Estamos acostumbrados a que la definición y el uso de las palabras los decidan los periodistas, los creativos publicitarios y los políticos. Son aquellos que tienen capacidad para que sus textos y su pensamiento se difundan mucho y muy rápidamente (afortunadamente la era digital apuesta fuertemente por un cambio en este tema dando voz y difusión a mucha más gente). Y es frecuente que estas palabras y sus nuevas definiciones vayan calando (como aquella tortura china del gota a gota) en la sociedad y en su manera de comunicarse, de tal forma que finalmente se les da acomodo en el diccionario cerrando así un círculo justificado por la actualización constante que deben tener las lenguas vivas.
Así llegará el día en que basket sustituya finalmente a baloncesto, bragas desaparezca en favor de braguita, que miembra se encumbre como femenino de miembro y que el calificativo antiguas se una definitivamente a nuestra ex-moneda de tal forma que antiguaspesetas acabe formando parte de nuestro tan extenso léxico sustituyendo por fin a la sosa y directa peseta. Lo que no se sabe es si todo esto será antes o después de que contaminar o sacarse los mocos sean por fin actividades de lo más sostenibles.
Toda esta introducción viene al caso por el hoy constante y unÃvocamente dirigido uso que se hace del término crisis frecuentemente seguido por inmobiliaria.
crisis.
(Del lat. crisis, y este del gr. κÏίσις).
1. f.Cambio brusco en el curso de una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el paciente.
2. f. Mutación importante en el desarrollo de otros procesos, ya de orden físico, ya históricos o espirituales.
3. f. Situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese.
4. f. Momento decisivo de un negocio grave y de consecuencias importantes.
5. f. Juicio que se hace de algo después de haberlo examinado cuidadosamente.
6. f. Escasez, carestía.
7. f. Situación dificultosa o complicada.
Fuente: Real Academia Española. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA – Vigésima segunda edición
Si hiciéramos una encuesta del tipo «para usted crisis inmobiliaria ¿tiene connotaciones positivas o negativas?» obtendríamos sin duda unos resultados mayoritarios sobre la negatividad del término así como pequeños temblores en la piernas de gran parte de los entrevistados. Sin embargo, si atendemos a las definiciones oficiales que proporciona el diccionario, mucho tenemos que avanzar para encontrar términos que no sean neutrales. Quizá la escasez, la carestía o dificultosa generen incertidumbre y preocupación; pero desde luego parece que la palabra crisis responde más bien a un periodo de transformación y cambio que no tiene porqué abocarnos a situaciones peores que las que vivimos actualmente.
Es lamentable que la llegada de la crisis inmobiliaria se deba, parafraseando a José Luis Pardo, a unas hipotecas basura, concedidas por unos bancos basura a gentes que deseaban adquirir una casa basura en un país … , en Estados Unidos. Desde luego lo ideal hubiera sido que una reflexión sobre el consumo masivo de territorio y de recursos naturales, sobre el modelo urbano de la ciudad moderna y sobre la vivienda, llevada a cabo por parte de gobiernos, ayuntamientos y ciudadanos, nos hubiera conducido a esta crisis; porque de este modo sería más probable que se realizara un profundo cambio en la Ley del Suelo (uno más), en la ordenación territorial de las Comunidades Autónomas y en los planes urbanísticos municipales.
Ahora bien, aunque parece claro que estos cambios no van a suceder (sobre todo con una maquinaria mediática que intenta hacernos creer que la crisis es mala y que, por tanto, cuanto antes volvamos al modelo anterior antes nos salvaremos de la más que probable e inminente destrucción de nuestra sociedad), resulta igual de evidente que una crisis inmobiliaria era necesaria ya desde hace unos cuantos años: recalificaciones de patatales para su conversión en resorts de escasa calidad arquitéctonica y elevados gastos de comunidad, la construcción de desproporcionados, muertos e innecesarios crecimientos urbanos al calor de la especulación empresarial y familiar, la destrucción de los ecosistemas costeros y tantas otras actividades, legales o ilegales, conducentes a la aniquilación del territorio que es propiedad de unos pocos pero patrimonio de todos, debían desaparecer o, al menos, amainar para que podamos pensar con detenimiento en qué modelo de desarrollo económico y territorial queremos tener para el futuro.
Mar Menor Golf Resort. Carretera F-28 dirección Torrepachecho, km. 8,5. Murcia.
Basurama, por su parte, seguirá con la exploración Panorámica iniciada en 2005-2006. Mantenemos viva la esperanza de que la reflexión sobre estos temas sirva para que el paciente mejore.