28.02.2009. Javier Salas. Diario Público.
Existen varias razones por las que los estados y ayuntamientos persiguen la recolección informal de residuos.
La primera de las razones para no permitir que los clasificadores -recolectores, pepenadores, cirujas, hurgadores o cartoneros- recorran sus calles y busquen en la basura es porque quedan mal, porque no resulta estético. El estado de bienestar no puede permitir que una gente de la basura vaya por allí recolectando residuos paralelamente al sistema oficial, sin uniforme ni nada, y más en las ciudades que luchan en el mercado global por tener una marca, por ser una marca. No se dan cuenta de que la basura es una parte inseparable de nosotros y de nuestras actividades, que por quedar oculta en contenedores enterrados o en lejanos vertederos, no es menos real ni problemática. Cuanto más la escondamos más nos olvidaremos de ella y más fácil será seguir produciéndola.
Por otro lado puede entenderse que la recuperación de los materiales por parte de los clasificadores informales como algunos lo entienden como un robo de sus materiales, una demostración palpable de que la recogida oficial no funciona. Y eso es realmente lo que ocurre.La mayoría de las veces los recolectores informales llegan a recolectar más y mejor que los formales -al separar en origen sin permitir que se mezclen los materiales en el camión triturador-.
Existe la creencia de que los sistemas más evolucionados -recogida neumática, plantas de reciclaje, incineración- logran mejores tasas de separación de residuos y reciclaje aunque no sea cierto. La fe generalizada en el progreso muestra al desarrollo como la solución y no como el origen del problema. No quieren ser conscientes de que la gran sobreproducción de plásticos y envases, esto es, la producción de basura, es fruto de este desarrollo. (En la película «Gitanos, chatarreros: la busca» (Avizanda, 1996) se hablaba de que los chatarreros de Madrid recogían sólo ellos más basura que las 34 plantas de recuperación repartidas por todo el territorio español.)
El recolector es una pieza incómoda porque suplanta la labor del estado. Éste no sólo no lo valora ecológica o económicamente sino que trata de ilegalizarlo por todos sus medios. Alega varias razones como la seguridad vial, la salubridad o la seguridad en el trabajo. No suele atender a las raÃces del problema como podría ser la sobreproducción de objetos, que no es otra cosa que la sobreproducción de residuos. Podría empezar por encarar el problema tomando a los recolectores informales como parte de la solución y no como un problema a extirpar.
Coda para Madrid.
En Madrid asistimos cada noche de recogida de muebles organizada por el ayuntamiento al tráfico intenso de las furgonetas los chatarreros y otros recolectores. Todavía hay quien piensa que están robando material, cuando lo que están haciendo es salvarlo de la cadena del consumo-desecho y evitando que esos objetos acaben en el vertedero. Y más de lo mismo ocurre con los cartoneros, los supervivientes de toda una estirpe de esos oficios en Madrid como eran los traperos hace ya bastantes años. Esos castillo de somieres sobre camiones que recorren las calles de Madrid son los verdaderos recicladores del cartón. Recogen lo que los comercios y particulares no pueden o no quieren meter en el pequeño iglú recolector que propone el ayuntamiento. Un contenedor que es un sumidero demasiado pequeño para la cantidad de cartón que se genera y que resulta ser un lavado de cara institucional frente a las toneladas de cartón y papel que se desechan. No hay más que pasarse cualquier noche por las calles del centro para verlo.
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Escrito para la hoja cartonera que estamos preparando para RUS Gira Mercorus.