Objeto muerto de hoy: la bombilla incandescente.

Como cada año la navidad da el pistoletazo de salida y no lo hace de cualquier manera: el corte inglés y las luces navideñas nos enseñan el camino hací­a el amor y la bondad.

Pero algo está cambiando poco a poco sin que casi nos demos cuenta: las bombillas…

Así­ es, las míticas bombillas incandescentes con llamativos colores han ido dando paso a una nueva luz más elegante, taimada, de bajo consumo y (porqué no) más sostenible.

Pero qué ha sido de todas aquellas bombillas bonachonas que dibujaban graciosas formas de Papá Noel, estrellas fugaces o arbolitos de navidad…

Pues para ser sinceros no lo sabemos (y bien que nos gustaría) porque seguro que como matería prima darían mucho juego (además de paz y nostalgía).

En cualquier caso las bombillas incandescentes, si bien están desapareciendo poco a poco del mercado, todavía están muy presentes en la mayoría de nuestros hogares y como su rendimiento no es el mejor y su vida se acaba antes que después muchos de nosotros acabamos el año con un buen porrón de casquillos y ampollas de vidrio aparentemente inservibles.

Si os apetece experimentar y darles una segunda oportunidad aquí­ tenéis algunos ejemplos, la mayoría caseros, hechos por gente que nada tiene que ver con el mundo del diseño o el arte y se acerca mas al de las manualidades y el «hazlo tu mismo».

Si os fijáis las bombillas son objetos muy atractivos (con ese aspecto frágil y ligero muy estético) pero a la vez difí­ciles de manipular.

En realidad no hay muchas formas de intervenirlas y la mayoría de las respuestas son similares:
-rellenar el interior (con resultados muy elegantes en la mayoría de las ocasiones).
-decorar el exterior (más festiva).


Por eso son especialmente llamativas aquellas soluciones que se centran en algún otro mecanismo como el collar de filamentos y casquillos o la lámpara hecha de bombillas unidas unas a otras sirviendo de soporte de la bombilla que da la luz.

El caso de la bombilla rellena de cemento y usada como percha es harina de otro costal. En esta intervención más que una bombilla es un encofrado de cristal y por ello se sacrifican algunas de las propiedades estéticas del objeto (la transparencia, la delicadeza) por un uso que busca la resistencia y que le da un aspecto más sólido y macizo.

En cualquier caso está claro que, salvo contadas excepciones, la principal virtud de este objeto es su capacidad para decorar cualquier ambiente y quedar bien (reconozcámoslo: hay que ser muy gañán para que un objeto tan etéreo no luzca).