La basura invisible recogida hasta ahora por trabajadores invisibles se ha hecho visible gracias a una huelga previsible.
Ante todas estas cosas [in]visibles, ahora perfectamente al alcance de la vista, los principales afectados son claramente los usuarios.
Y no hablo de esa afección ejemplificada por la cara de asco y la nariz arrugada, al fin y al cabo la estética del metro no difiere mucho de lo que podemos encontrar en la superficie: el mobiliario urbano, las videopantallas, los altavoces, … y si el alcalde o la presidenta de la comunidad nos dijeran que todo esto forma parte de una performance o una crítica artística sobre la sociedad actual nos quedaríamos tan anchos pues, en cualquier caso, la ciudad está llena de ornamentos mucho más desafortunados (y caros).
Lo verdaderamente preocupante para los usuarios no es la belleza o fealdad de nuestras líneas de metro, es la presencia permanente de los objetos que desechamos, la huella de nuestro día a día.
Solemos decir que la ciudad esconde sus basuras…ya no. Se nos acabó el chollo, ya no podemos tirar nada y quedarnos en el anonimato. Lo que antes desaparecía en cuestión de segundos, ahora pasa a formar parte del calendario del suburbano. Así podemos comprobar el número de periódicos que consumimos el lunes o, si miramos un poco mas arriba, la cantidad de botellas que bebimos el miércoles por la tarde (light y no).
Los usuarios estamos al descubierto y en pelotas. Con un solo vistazo podemos constatar la cantidad de cigarrillos a medio fumar, los guantes perdidos por olvidos o negligencias, las revistas guarras, las chocolatinas llenas de calorías, los infinitos envases que envuelven productos «bio» o «sostenibles».
Nuestros residuos pasan a formar parte de la topografía del día a día y nuestras miserias quedan estratificadas en los andenes de Embajadores, Villaverde o Tirso de Molina.
Se acabó el ir de solidarios, el reivindicar la sostenibilidad, el separar los envases de los vidrios y jugar a la ruleta rusa con los bricks. Ya no nos sirve asearnos todos los días y sentirnos pulcros y esterilizados. Se acabaron los lavados de conciencia. Esta huelga de metro no sé si servirá para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, pero nos ha dejado en evidencia frente a nuestras miserias.
No nos engañemos, la basura que no se limpia y que tanto asco nos da: es nuestra.
Pd. Por otro lado debido a esta huelga se han suspendido eventos tales como: la San Silvestre subterránea o la actuación musical de los lunis en la estación de Chamartín…viendo esto uno se pregunta cuántas cosas absurdas tienen lugar en los bajos de la ciudad sin que nos demos cuenta.
foto1: mike (el madrileño) ttp://www.flickr.com/photos/notunlike/
foto4: JJBAS ttp://www.flickr.com/photos/javierjbas/
ahora que la basura es topografía del día a día…
me asusta escuchar a los usuarios de metro que se sienten ajenos a lo que ocurre bajo (y sobre) tierra.
me asusta la preocupación «por la imagen» que está dando Madrid.
me asusta la indiferencia.
me asusta la reacción de políticos, usuarios y trabajadores.
algo está pasando y hay quien no quiere mirar. hay quien piensa que es mejor distraernos con la publicidad…y soñar que somos felices en una sociedad limpÃsima.
soy yo con mi basura… y viajo en metro todos los días.